Los lunes por la tarde,mi madre acerca a la yaya hasta Roda de Ter. Allí visita a su hermana mayor, tía Magda. Ya hace tiempo que está en una silla de ruedas, pobrecita. Y mi abuela la acompaña un par de horas a la semana. Dan paseos por el pasadizo, hablan entre ellas, y la abuela regresa a casa.
La yaya también sabe que otra de sus hermanas vive sola en su casa, al estar su marido ingresado en el hospital.
Mi abuela hoy se ha enterado que su hermana pequeña está en el hospital, curándose de una bronquitis demasiado larga.
Ya en casa, le pregunto por sus hermanas. La yaya me cuenta que visita a su hermana Magda, postrada en silla de ruedas. Que quizás le dirá a su hermana Mercè que irá a vivir a su casa, para que ésta no esté sola. No se acuerda de tía Pepita, que es con quién más había congeniado.
Mi abuela me comenta que ella está de suerte de haber podido cumplir tantos años sin estar enferma.
¿Qué es lo que quiere saber mi abuela y que es lo querealmente sabe de su enfermedad?
Mi yaya Roser
Mis recuerdos de mi yaya, una persona extraordinaria
lunes, 13 de octubre de 2014
viernes, 10 de octubre de 2014
Las calles
"Yaya, hoy he comprado un mantel."
"¿Dónde lo has comprado?"
"En la calle Pla de Balenya."
"¿Y eso dónde está?"
"En el centro. ¿Sabes donde está la calle Nou?"
"No. Estoy perdida. No recuerdo el nombre de ninguna calle."
No sé expresar mis sentimientos. Me siento frustrada, cabizbaja, desconcertada... mi abuela no recuerda ninguna de las calles por las cuales ha paseado toda su vida. Aquellas calles que la han visto vestida para impresionar, elegante, con los cabellos a la última, chaqueta, falda al viento y tacones de infarto. Aquellas calles donde la vecina le contaba las habladurías sobre otra vecina caída en desgracia, o donde aquella conocida le decía en voz alta "¡y qué guapa estás, Roser!". Y la abuela saludaba a todo el mundo, y continuaba su camino hasta llegar a casa, cargada con bolsas de la compra. E iba y venía por la calles Pla de Balenya y Nou.
Aunque tampoco entiendo porqué me extraña tanto la situación. Si me la encuentro perdida dentro de su propio piso, ¿por qué debería extrañarme que no recuerde el nombre de ninguna calle?
"¿Dónde lo has comprado?"
"En la calle Pla de Balenya."
"¿Y eso dónde está?"
"En el centro. ¿Sabes donde está la calle Nou?"
"No. Estoy perdida. No recuerdo el nombre de ninguna calle."
No sé expresar mis sentimientos. Me siento frustrada, cabizbaja, desconcertada... mi abuela no recuerda ninguna de las calles por las cuales ha paseado toda su vida. Aquellas calles que la han visto vestida para impresionar, elegante, con los cabellos a la última, chaqueta, falda al viento y tacones de infarto. Aquellas calles donde la vecina le contaba las habladurías sobre otra vecina caída en desgracia, o donde aquella conocida le decía en voz alta "¡y qué guapa estás, Roser!". Y la abuela saludaba a todo el mundo, y continuaba su camino hasta llegar a casa, cargada con bolsas de la compra. E iba y venía por la calles Pla de Balenya y Nou.
Aunque tampoco entiendo porqué me extraña tanto la situación. Si me la encuentro perdida dentro de su propio piso, ¿por qué debería extrañarme que no recuerde el nombre de ninguna calle?
jueves, 9 de octubre de 2014
El jersey rojo
Rojo. Rojo. Rojo. El color favorito de mi yaya. Si por ella fuera, todo lo tendría de color rojo. Rojo sangre, rojo intenso, rojo chillón. Olvidémonos de colores discretos. Y por supuesto, los jerseys también son rojos. Hoy he visto que mi abuela llevaba un jersey que tiene desde hace décadas como ropa de casa. Por supuesto de color rojo. Últimamente me dice que siempre tiene frío en la espalda, y que por eso siempre lleva puesto un jersey. Y precisamente este abriga y mucho. Ahora lo lleva y le da igual si combina con el resto de su ropa. Al materializarse su enfermedad en nuestras vidas, mi abuela se va convirtiendo en naïf. A veces parece un anuncio de ropa infantil, combinando cuadros con rayas, estampados y puntitos multicolor. Pero su jersey, tiene que ser rojo. Yo recuerdo este jersey presente en todas las etapas de mi vida. Ya lo tengo presente en mis recuerdos de infancia, me ha seguido durante la adolescencia y lo tengo presente en la madurez.
Hace muchos años, a mi abuela le gustaba este jersey por el color y porqué abrigaba. Hoy le gusta porque abriga y es el que ha encontrado colgado en el armario.
"¿Yaya, cuanto tiempo hace que compraste este jersey?"
"¡Huy, mucho tiempo!¡2 o 3 años!"
miércoles, 8 de octubre de 2014
Saludando desconocidos
Ayer paseamos un ratito con la abuela, por las calles colindantes a su casa. Bastante gente se ha acercado para saludarla y felicitarla, puesto que era su santo. Santa Roser. Y ella, muy educada, les devolvía el saludo, les agradecía la felicitación y continuaba caminando, cogida de mi brazo, con paso lento pero seguro. Estoy totalmente convencida que no sabía quienes eran, todas ésas personas que la saludaban. Sé que no las ha reconocido, aunque ella hacía como que si. Gente de toda la vida, que se dice. Gente a la que ha atendido muchas veces en la panadería, gente con la que ha coincidido en la calle, personas con las que ha podido hablar de todo o de nada en particular... y que ahora le son unos desconocidos.
Al regresar a casa, ha pasado por nuestro lado un señor mayor en silla de ruedas. Una mujer de mediana edad lo empujaba mientras charlaba animadamente con otra mujer más joven que caminaba a su lado. El señor mayor estaba como ido, fijando la vista al infinito. De pronto, justo cuando pasábamos por su lado, mi abuela ha saludado con grandes aspavientos al pobre señor. "¡Adios, que tenga un buen día!", le ha dicho, con el brazo levantado para remarcar el saludo. El hombre ha continuado su camino, sin pararnos atención. Las mujeres que lo acompañaban han mirado a la yaya con cara de póquer y han vuelto a su conversación al cabo de nada. Mi abuela, muy triste, me ha comentado: "pobre muchacho, era muy simpático cuando era jovencito!".
Me encantaría saber a quién es capaz de reconocer y a quién no. ¿Cuales son los parámetros que marcan el cerebro?
martes, 7 de octubre de 2014
Alzheimer
Mis padres me dijeron que la yaya tiene Alzheimer. Nos lo temíamos. Hace tiempo que va despistada, pierde la memoria, repite las preguntas constantemente y parece que esté en otro mundo. Pero, ¡qué narices! tiene 87 años y una salud de hierro... pero ¡tiene 87 años!
Mi abuela es mi ídolo. Una mujer fuerte, con mucho carácter, orgullosa de ser quién es y de vivir dónde vive y cómo vive.